Acabo de llegar del cine de ver "Los juegos del hambre: En llamas" y vengo con la sensación de que, cada vez más, esta trilogía, basada en la saga literaria homónima de Suzanne Collins, es un fiel reflejo de la sociedad actual que vivimos.
¿Por qué? Por todas estas razones:
- Porque la gente aparece cansada de la situación que les ha tocado vivir por imposición de unos políticos que asumen el mando.
- Porque los habitantes de los distintos distritos, como ocurre en la actualidad, necesitan un rayo de esperanza y luchar para salir de la situación en la que están.
- Porque "los de arriba" pretenden acabar con la "revolución" y para ello apuestan por coartar las libertades y por darle importancia a temas intrascendentes con tal de que la ciudadanía se centre en ellos y olvide otras cuestiones.
- Porque mientras el pueblo vive haciendo frente a difíciles situaciones, los poderosos siguen teniendo dinero y todo tipo de lujos.
La protagonista, Jennifer Lawrence, consigue volver a bordar un papel que, en esta ocasión, la muestra algo más vulnerable que en la primera parte. Y es que descubrimos no sólo el miedo de Katniss a perder a la gente que quiere sino que también vemos como sufre todo tipo de pesadillas después de haber disputado los primeros juegos.
Los matices humorísticos de algunos personajes como Johanna Manson, interpretada por Jenna Malone de manera magistral, consiguen darle el toque de comicidad necesario a la película en determinados momentos para que podamos respirar un poco antes de volver a centrarnos en la angustia de esta competición a muerte.
Los distintos avatares a los que tienen que hacer frente los concursantes de esta especial edición de los juegos así como el atisbo de la auténtica revolución que se está gestando vienen a dar solidez a una película que nos deja con ganas de más.
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