El mundo del cine se encuentra viviendo hoy un día de profundo luto y es que ha despedido a su primera niña prodigio, a Shirley Temple, que fallecía a los 85 años de edad, por causas naturales, en su casa de California.
Así es como se ponía el punto y final a una carrera cinematográfica que daba comienzo cuando, con tan sólo tres años de edad, fue elegida para participar en diversos cortos. Desde ese momento, y dadas sus cualidades interpretativas así como su soltura con la canción y la danza, inició una trayectoria meteórica.
Bright Eyes (1934) fue su primer gran trabajo como protagonista en la gran pantalla, sin embargo, a él se irían uniendo otros tales como The Little Colonel, A Little Princess o Fort Apache. Películas todas ellas que le llevaron a estar bajo las órdenes de grandes directores como John Ford y a compartir escenas con artistas de la talla de Gary Cooper, Carol Lombard o Arthur Treacher.
En el año 1949 fue cuando abandonó su carrera cinematográfica, pero eso no impidió que se la siguiera recordando gracias a sus cualidades artísticas, a su mágica sonrisa y a sus saltarines rizos rubios.
Hoy es inevitable homenajear a Shirley Temple, la mujer que siendo niña, con sólo seis años de edad, consiguió que Hollywood cayera rendido a sus pies y decidiera honrarla con un Oscar, creado en exclusiva para la ocasión: el Premio Juvenil de la Academia.
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